Comer con conciencia pura

Por Yamila Salomón – 4 jun 2023

Conectar con la alimentación es necesario para lograr una mayor cercanía con nuestras necesidades y emociones.

El acto de alimentarnos incluye muchos pasos importantes. En él se invierte tiempo, dinero y esfuerzo para la compra de los alimentos, su higiene, su conservación, su preparación y su ingesta, así como en estar al tanto de los ambientes físicos y sociales en que comemos. Todas estas actividades comprenden conductas y opciones a las que podemos prestar atención. Por ejemplo, podemos tener conciencia de la calidad de lo que comemos, su origen, su valor nutricional, el tamaño de las porciones servidas,etc. También podemos darnos cuenta de lo diferentes que nos sentimos si comemos rápido o despacio, en un ambiente tranquilo, sin la televisión encendida ni otra tecnología que nos distraiga. Todos estos detalles salen a flote cuando dirigimos nuestra plena conciencia a todos los aspectos implicados en nuestra forma de comer.

Ahora ¿Que pasa cuando no tenemos registro con nuestro propio cuerpo al comer? ¿Qué pasa cuando estamos en piloto automático?

Necesitamos salir del piloto automático La práctica de comer con atención permite darnos cuenta de cuándo estamos comiendo sin hambre verdadero, para hacer gradualmente de este reconocimiento una nueva forma de conexión tanto con la comida como con los registros del cuerpo. Es decir, sensaciones físicas, gustos, antojos, memorias, emociones y nuevas percepciones que se descubren a partir de prestar atención. Este proceso requiere conectar con la comida de manera curiosa, interviniendo principalmente la paciencia y la amabilidad con nosotros mismos y nuestro vínculo con la comida. Es muy importante no establecer juicios a la hora de despertar nuestra curiosidad y atención en nuestros actos del día a día, entre ellos, el acto de alimentarnos.

Podemos hacernos ciertas preguntas:

¿Por qué voy a comer?

Comemos para vivir y lo hacemos como necesidad real para incorporar nutrientes y energía para las actividades de nuestra vida. Pero la comida también ha sido puesta al servicio de otras funciones no nutritivas, como calmar el estrés, provocar placer, acompañarnos si nos sentimos solos, o por el simple hecho de entretenernos con algo. Si bien comer es una necesidad básica para la vida que nos asegura nutrientes y energía, son muchas las veces que nos encontramos comiendo sin sentir hambre verdadero. 

Los humanos vivimos expuestos a una enorme cantidad de estímulos externos e internos y la mayoría de ellos nos lleva a comer sin hambre y sin que seamos del todo conscientes de ello. A grandes rasgos, estos estímulos se pueden clasificar en diferentes grupos: ambientales/externos y corporales/mentales.

→Desencadenantes ambientales o externos

Son aquellos estímulos que recibimos a través de nuestros cinco sentidos, como por ejemplo las publicidades, ver u oler comida deliciosa, etc. →Desencadenantes internos, corporales o mentales.

Los primeros se refieren a las sensaciones físicas procedentes de nuestro propio cuerpo, que fácilmente podríamos confundir con el hambre, como por ejemplo la sed, algún dolor físico, el cansancio, etc. Dentro de este subgrupo, los desencadenantes emocionales abarcan situaciones muy frecuentes (y desafiantes), en todas las formas que se nos ocurran: comer por tristeza, por aburrimiento, por ansiedad, por bronca, para castigarse, para celebrar, por soledad. De hecho, comer para llenar un vacío aparece en las consultas como un acto cada vez más frecuente, cargado de malestar o culpa.

 ¿Cómo es mi manera de comer? Comer con atención es todo un arte.
 

Podemos darnos la oportunidad de contactar con los distintos elementos que forman parte de la alimentación consciente, cuya instrucción fundamental será siempre comer despacio, sentados y con pocos estímulos que nos distraigan.

 La práctica de la alimentación consciente, se resume con las siglas C.O.M.E.R.:
 

C (Conciencia cuerpo-mente-emociones). Nos anclamos al momento presente mediante la respiración y sintonizamos con la sensación de hambre y/o saciedad antes de comer. ¿Es realmente hambre lo que estás sintiendo? ¿Te gustaría comer algún alimento en especial? ¿De qué tenés hambre? ¿Es comida lo que necesitás? ¿O tenés sed? ¿O es cansancio? ¿O es otra clase de nutriente el que estás necesitando? Haciendo respiraciones sentidas y profundas, volvemos a integrar nuestra mente con nuestro cuerpo, lo cual mejora nuestra percepción y sintonía con nuestras propias señales de hambre y saciedad, para poder tener mejores pistas sobre qué clase de nutriente estamos requiriendo.

O (Observar las opciones de alimentos y decidir qué comer). ¿Qué apariencia tiene lo que estamos a punto de comer? Notamos su forma, sus colores, su presentación, su aroma. ¿Se lo ve tentador? ¿Cuál es el origen de este alimento? ¿Dónde lo conseguimos? ¿Esta es la comida que tu cuerpo está necesitando? ¿Es posible que para evaluar la situación con mayor detalle puedas probar unos primeros bocados? Hacelo entonces. M (Masticar meticulosamente, saborear y comer despacio, servirnos una porción moderada). Aprendemos a ser moderados reconociendo nuestro nivel de hambre y saciedad que, de acuerdo con las necesidades reales sintonizadas, será la cantidad de alimentos que nos sirvamos.

E (Establecer un espacio de pausa en la mitad de la porción para darnos cuenta si nuestro nivel de hambre o saciedad se ha modificado). Es importante darse cuenta de cuándo uno se está empezando a distraer para volver a llevar todas las veces que sea necesario la atención al saboreo, midiendo el propio nivel de hambre y saciedad a lo largo de la comida.

R (Reconocer la saciedad específica del gusto, y si es el momento de finalizar nuestra ingesta de alimentos). Nuestras papilas gustativas tapizan principalmente la superficie de la lengua y constituyen los sensores especializados en captar los sabores y gustos de los alimentos.

Cuando ponemos PAUSA podemos desarmar la conducta automática.

El momento de la pausa sagrada habilita un espacio de creatividad, también llamado espacio de libertad interior, que propongo explorar a través de la sigla R.O.T.A.R. Cada vez que ponemos los frenos, «rotamos» nuestra respuesta más impulsiva hacia aquella otra respuesta que tenemos intención de hacer. Los pasos son los siguientes:

R. Reconocé lo que el impulso produce en tu cuerpo y en tu mente. 

O. Observá «con curiosidad» todos los matices del fenómeno que te está visitando. Cuanto más impulsivo te notes, más intención de observar y aprender del impacto deberías incorporar.

 T. Transitá «sin reaccionar»: sea lo que sea que haya surgido, intentá vivirlo con la mente atenta sin tratar de cambiarlo. A. Anticipá la respuesta. Es clave contar con planes ya ensayados o previstos, a partir de los cuales establecemos cómo vamos a responder si se dan esas condiciones.
R. Respondé conscientemente. Así podemos notar los antojos a medida que surgen y ver cómo cambian de momento a momento, en lugar de pensar que duran para siempre, como muchos de nosotros hemos creído.
 La transformación es gradual, es lenta, pero comienza paso a paso, aquí y ahora.
 
 Si queres saber mas, te dejamos aqui abajo la bibliografía utilizada. De todas formas, siempre podes acudir a un espacio terapeutico para poder trabajar aquellas cuestiones que te preocupan o sentís que afectan en tu calidad de vida. ¡En Psicotemas tenemos un profesional para vos!
 

Bibliografía: Comer despierto. Alimentación basada en mindfulness (2018) Juan Romano.

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