Lic. Fabricio Pucheta

Resulta notorio cómo el mundo del deporte se ha vuelto más rico y complejo con el pasar del tiempo. Podemos ver cada vez más personas que siguen algún deporte, las competencias se vuelven más grandes y la cobertura que reciben es cada vez mayor. Así como esto sucede de cara al espectáculo y la competición, por el lado de los deportistas y entrenadores también se ha progresado en la práctica, ya sea a nivel amateur o profesional. En este sentido, son numerosas las ramas de la ciencia que desde hace muchos años vienen haciendo su aporte al constante perfeccionamiento que buscan los practicantes. En este grupo de las llamadas ciencias del deporte y el ejercicio, la psicología tiene su lugar.
Una forma común en la que los psicólogos que trabajamos en este ámbito solemos explicar nuestro rol es a partir de la llamada “metáfora de la mesa”. La misma se podría explicar más o menos así: tal como una mesa necesita 4 patas firmes y parejas para mantenerse estable, lo mismo sucede a la hora de considerar las diferentes variables a entrenar para cada deporte. Las disciplinas deportivas, en mayor o menor medida, necesitan entrenar estas 4 patas: la técnica, la táctica, el físico y lo psicológico.
En general, cuando se empieza a practicar un deporte se suele poner el foco en el entrenamiento técnico y táctico, ya que en definitiva son los aspectos específicos de cada disciplina que van a determinar el estilo de juego. También, los cuerpos técnicos integran entre sus miembros a profesionales que se encargan de entrenar el físico, como los preparadores físicos, nutricionistas, kinesiólogos, etc. Pero lo que sucedió por un tiempo es que se dejaba vacante el puesto de un profesional para el entrenamiento de la variable psicológica, quedando en manos de los directores técnicos, o del azar, el trabajo sobre este importante factor. Fue a lo largo del siglo pasado que la ciencia de la psicología fue desarrollando y aplicando sus conocimientos en el deporte, y en el siglo actual se puede notar cómo se ha integrado enormemente a lo largo de los entrenamientos y las competencias. Como resultado decimos que, así como una mesa sin unas cuatro patas firmes tambalea, un deportista que no cuida y entrena equitativamente estas cuatro variables, puede tener dificultades en múltiples aspectos de su práctica.
De esta manera, es notorio cómo la psicología dentro del deporte encaja como una pieza más dentro de las múltiples aristas que los deportistas deben pulir en su preparación. Pero quedarnos con sólo la mejora competitiva, al acto de poner el cuerpo en la disciplina, sería reducir el impacto y alcance de la psicología como ciencia. El deporte y lo psicológico están unidos en todas sus expresiones, como dos caras de una misma moneda.
Podría decirse que esta interacción constante termina influyendo sobre 2 grandes facetas fundamentales: el rendimiento y el disfrute. La psicología en el deporte trabaja ahí, pivotando constantemente entre estas 2 variables que se juegan ineludiblemente dentro de la práctica deportiva, pero que no siempre van de la mano: no es raro encontrar deportistas que consiguen altos rendimientos pero disfrutan poco de su vida deportiva, o deportistas que logran disfrutar de su disciplina a pesar de que el rendimiento alto no siempre los acompaña.
Con el objetivo de mejorar el rendimiento, se han desarrollado múltiples métodos de entrenamiento de las llamadas “habilidades psicológicas”, entre las que se incluyen la concentración, autoconfianza, control de la activación, establecimiento de metas, visualización, y todo un espectro de variables que entran en relación con la vida deportiva. Para ello, los profesionales han encontrado diferentes formatos y contextos en los que se pueden entrenar, incluyendo el clásico consultorio privado en el que mayormente nos imaginamos al psicólogo, pero también pudiendo hacer sus intervenciones en los campos de entrenamientos, vestuarios, charlas de equipo, entre otros.
También, el trabajo puede contemplar todo el universo de variables que exceden el momento de competencia, pero que aún así son una gran parte de la vida deportiva. Es decir, todas esas relaciones humanas, recuerdos, expectativas, presiones, frustraciones, lesiones, enseñanzas, que le dan color al día a día del deportista.
Para las ocasiones donde esto no se logra vivir de la manera deseada, o para prevenir que eso suceda, es que también está la psicología, asistiendo y trabajando codo a codo con el deportista. Ya sea desde un rol dentro de un equipo transmitiendo habilidades, como en un trabajo más individual atendiendo problemáticas clínicas (asociadas a trastornos de ansiedad, depresión, entre otros), el psicólogo dice presente en el mundo del deporte. El abordar la dimensión humana poniendo siempre el interés supremo por el bienestar del deportista, es lo que hace a la psicología, a mi parecer, un elemento valioso.
Mi nombre es Fabricio Pucheta, soy psicólogo clínico y también me desempeño en el ámbito deportivo. Mi formación se basa en terapia cognitivo-conductual y terapias contextuales, además de tener capacitación específica sobre la psicología aplicada al deporte. Trabajo en clínica individual donde abordamos todos los temas de la vida, y en clubes deportivos donde asisto tanto demandas grupales como individuales. Me pueden encontrar en @psi.fabriciopucheta y Psicotemas para seguir la conversación!
Bibliografía:
- Weinberg, S. y Gould, D. (2010) – Fundamentos de la Psicología del Deporte y el Ejercicio físico.